"El sentimiento y el dolor por la tragedia fueron muy intensos"
Soy Antonio Ruiz Gabaldón, nací en Rubí (en casa con la matrona) en la otra parte de la riera, en la calle que antes se llamaba calle de la Riera, en el número 7. Las fachadas de casas miraban hacia el Escardívol, a un lado el Vapor Nou y al otro, los timbres. En 1962 yo tenía 12 años y aquella fatídica noche de septiembre en casa estábamos mi madre, mi hermano mayor y yo, ya que mi padre trabajaba de sereno en el Azamón, hoy Cremalleres Rubí. Aquella noche llovía muchísimo, se marchó la luz y nos fuimos a dormir. Recuerdo (no sé qué hora debería ser) que el vecino, Julian Altisen, nos llamaba por la pared del dormitorio de mi madre y gritaba que la riera se había salido de madre. Mi madre nos hizo levantar a mi hermano y a mí y vimos cómo el agua ya entraba por la planta baja, por la puerta de la calle.
Con la ayuda del vecino, que nos orientó y ayudó a salir por el patio trasero, saltamos la pared para ir a parar al terreno del vecino trasero. Una vez allí, atolondrados porque todavía no sabíamos con seguridad lo que había pasado, fuimos a la plaza Marquès de Barberà y nos encontramos con otros vecinos que no podían creer lo que estaban viendo. Nos acercamos a la esquina de la fábrica de los timbres y Joan, un tendero de la esquina, encendió la luz de su moto, una Hispano suiza, y la dirigió hacia el Escardívol. La visión era dantesca, todo el Escardívol parecía un mar y en el tejado de casas había gente pidiendo auxilio. Joan cerró la luz de la moto. La noche era negra y a la luz de cada rayo que caía vemos las casas cubiertas por el agua. No sé cuánto rato haría de estas imágenes cuando se escuchó un gran ruido y con la luz de los rayos se vio el Escardívol desaparecido y todo de agua como un mar.
Después supimos que el puente del matadero, en la calle Cadmo, hizo de pantano y al reventar arrastró todo lo que encontró por el camino: viviendas, animales, personas… Cuando se hizo claro y a plena luz del día, la visión era dantesca, todo era barro y escombros, hierros, resto de maquinaria de las fábricas,… Cuando se pudo empezar a organizar la búsqueda de heridos y muertos, todo el pueblo se ofreció voluntario y las fábricas dejaron a sus trabajadores hacer la investigación y la limpieza de la zona. A muchos les costó aguantar la visión de lo que se iban encontrando. El alcalde Rufé, junto a las autoridades correspondientes, organizó el dispositivo. El grupo escolta del momento y otras personas que se presentaron para ayudar se encontraron que el sr. Manuel Murillo (miembro de la Falange), quería que todos llevaran la camisa de la Falange. El sr. Rufé dijo que en ese momento y situación lo que menos importaba era el color de la camisa. Esto posteriormente le costó la alcaldía y pusieron a Manuel Murillo.
Cuando se pudo andar un poco bien por Escardívol, por la zona de las casas donde vivían amigos míos del cole, encontré una libreta de la escuela Montserrat de mi amigo Agustín Ulloa y de mi amigo Soronellas. El padre de este último, el sr. Andreu Soronellas, se salvó de la riada por el campo de fútbol, saliendo completamente desnudo por la estación vieja, donde recibió ayuda. Minutos antes había perdido a su hijo en la riera: un tronco, según su testimonio, le golpeó y se le escapó el hijo de las manos.
El sentimiento y el dolor por la tragedia fueron muy intensos, pues Rubí era pequeño y todos nos conocíamos. Aquel diciembre de 1962 cayó una importante nevada en Rubí, algo más de cincuenta centímetros. Todo el Escardívol, como el resto del pueblo, quedó blanco y con el recuerdo de todos los vecinos que se habían marchado.