"Mi familia no recuperó la normalidad hasta 1968, seis años después de la riada"
Pedro Antonio González Cava tenía seis años el día 25 de septiembre de 1962. Vivía con su madre y sus tres hermanos en una pequeña casa del margen derecho de la riera donde ahora se encuentra el puente de Can Fatjó. Una casa que habían construido su padre y su tío con sus manos. Su padre no estaba ya que estaba trabajando en la vendimia en Francia. De su casa no quedó nada, ya que la riada se lo llevó absolutamente todo. Por suerte, toda la familia sobrevivió a esa tragedia.
Recuerda, como la mayoría de los testigos, muchos gritos y gente corriendo y llorando. Y mucha oscuridad, sólo de vez en cuando, los relámpagos de la tormenta iluminaban la zona. No sabían ni dónde pisaban y él y sus hermanos acabaron con las rodillas llenas de golpes y heridas. Al día siguiente, pasado el peligro, se escapó con su hermano para intentar averiguar qué había pasado y se encontraron la riera convertida en una playa sin nada, con soldados del ejército limpiando.
Días después, Pedro Antonio y su familia recorrieron diferentes casas donde los acogían y comían en el Casino Español de ese tiempo. Pedro Antonio recuerda perfectamente que tenían que beber agua con gas y que no le gustaba nada. A partir de aquí, vivieron en diferentes lugares de nuestra ciudad como en unas casas prefabricadas conocidas como “las casas de madera” situadas en la actual zona del Progrés o en otras viviendas en Can Sedó. En ambos hogares tuvieron que sufrir unas fuertes nevadas, lo que provocó que pasaran mucho frío.
Finalmente, en 1964 se marcharon a vivir al barrio del 25 de Septiembre, en unas condiciones bastante lamentables porque no tenían agua. Y cada mañana tenían que ir a recogerla como podían. La familia de este rubinense no recuperó la normalidad de su vida en 1968. Pedro Antonio explica que su madre estuvo sufriendo toda la vida cada vez que había una tormenta escuchando los truenos. Sin duda, la riada del año 1962 dejó una huella imborrable en los rubinenses.